⁓ VISITA CULTURAL ⁓
Esta joya del románico abulense fue construida, según la opinión más común, en el segundo cuarto del siglo XII y terminada básicamente en ese mismo período. Quizá por eso mantenga la estructura y la estética del más puro estilo románico. Algunos autores la consideran “del tiempo de la reedificación de Ávila, hecha por el Conde D. Ramón y levantada por canteros leoneses”. Levantada a extramuros de la ciudad, en la zona Norte, en el barrio considerado “de los canteros”, fue su iglesia. Y funcionó como parroquia hasta que en 1911 pasa a depender de San Vicente en una reestructuración territorial diocesana.
El 22 de junio de 1923 fue declarada Monumento Nacional.
En el exterior se destaca la cabecera de tres ábsides en la que sobresale el central por tu tamaño y por la riqueza de sus ventanales, capiteles, impostas y canecillos… todos ellos muy erosionados por la dureza del tiempo y la debilidad del granito rubio.
Tiene dos interesantes portadas, en la fachada sur y en la oeste, muy similares entre sí compuestas por arquivoltas de rosas y diversos capiteles de hojas y de animales también muy deteriorados. En las arquivoltas de la portada sur podemos admirar un precioso crismón, el más floreado y adornado de todos los abulenses.
La torre, adosada a la izquierda de la portada oeste, se construyó probablemente en el siglo XIII. Y sufrió en el siglo XX una restauración muy útil para su uso como campanario pero totalmente desafortunada estéticamente, sobre todo en su tramo superior.
El interior es de una sencilla planta cuadrangular de tres naves coronadas por tres ábsides desiguales por su tamaño y preciosos tanto por la colección escultórica de sus capiteles como por la armonía de sus bóvedas, arcos, impostas y ventanales. Capiteles que son expresión plástica de unas catequesis que plasman la eterna lucha del bien y del mal personificada en jóvenes que doman, dominan y vencen a felinos, aves rapaces, reptiles y monstruos típicos del bestiario medieval. Este conjunto de capiteles está considerado como el más significativo del románico abulense. El modelado de dichos personajes es candorosamente sencillo e incluso primitivo: miembros desproporcionados, ojos saltones y orejas “de gato” en los leones… una anatomía simplificada para que el espectador fije su atención más en lo que el autor quiere decir (=mensaje) que en cómo lo dice (=forma externa). Los ábsides laterales se reducen casi a simples hornacinas. El más pequeño, el de la derecha o sur, está enmarcado por un arco lobulado que recuerda a la colegiata de San Isidoro de León y a los arcos del cenotafio de San Vicente. Este arco está montado sobre dos hermosos capiteles a los que les faltan las columnas que debieron ser sacrificadas al colocar el desaparecido retablo. El absidiolo norte conserva todavía su retablo barroco. Parece ser que, desde el comienzo, esta iglesia de San Andrés fue techada con cubierta de madera a pesar de que todos los pilares cruciformes de los cuatro tramos de sus naves tengan unas semicolumnas adosadas en sus lados norte y sur que en teoría pudieran servir de base para los futuros arcos fajones de medio punto que soportaran la bóveda de medio cañón que nunca existió. Sea como fuere, la cubierta actual sustituyó en el siglo XVI a la original, también de madera.
El ambiente profundamente religioso que se respira al entrar en San Andrés queda reforzado por la perfecta acústica de todo el recinto. Cualquier palabra proclamada o cántico ejecutado se escucha limpiamente sin ecos ni reverberaciones que lo desfiguren. Las proporciones de sus naves y sus muros, la “concha acústica” del ábside central (bóveda de horno), la cubierta de madera, el mismo granito rubio “poroso”… logran el prodigio acústico realizado en una época en la que no era necesaria la megafonía electrónica.
Texto: Jose María Sánchez Nieto